Es 25 de septiembre, el reloj de mi teléfono móvil marca las cinco de la mañana, y me dirijo hacia Barcelona-Sants para coger el Ave que me llevará a Madrid en tan sólo 3 horas de trayecto. ¿Cómo estará la capital española después de la última vez que la visité?. La recuerdo señorial, orgullosa de representar todo un Estado, todo un estado de personas que dicen ser patriotas. Para mí ser patriota es amar a tu país, y la mejor manera de amarlo es defenderlo, y hoy es el día ideal para demostrar el amor que sentimos hacia nuestra tierra.
Ya son las 9 de la mañana, y el tren llega puntual a la estación de Atocha, todos están tan tranquilos, todo está tan sumergido en la inconsciencia, mientras se despierta un día otoñal en Madrid.
Llegamos a uno de los puntos de encuentro, cómo no las lecheras (así se le llaman a las furgonetas de los antidisturbios), y los policías ya nos están esperando. Están de pie, apoyados en sus vehículos, nos miran, pero nosotros también les miramos.
Pero es demasiado temprano, somos de los primeros en llegar y aún falta mucho para las 12 del mediodía, hora prevista para encontrarnos, así, que decidimos dirigirnos hacia el congreso.
Llegamos a la calle principal, donde otras muchas veces había paseado con tranquilidad y me había podido acercar a contemplar la fachada del edificio, pero ahora no se puede pues han cercado la calle, y sólo puedes verlo de lejos. Delante y detrás de las vallas han puesto más policías y más lecheras. Con ello, sólo quieren decir que nos tienen miedo, pues saben que la propiedad privada del Congreso es del pueblo, y que no vamos a dejar que nos la quiten.
Decidimos rodear el edificio, pero no se puede, tenemos que irnos unas calles más allá, para poder llegar a la parte trasera, donde el sello de más policías y más furgonetas nos demuestran que el poder opresor nos pone su cerca porque se siente intimidado, esto nos da esperanzas.
-¿Vamos a tomar algo caliente, mientras hacemos tiempo?, dice uno de los nuestros.
– Sí, que apetece, tenemos todo el día por delante, ¿Cómo acabará?, ¿lo conseguiremos?.
Con esta incertidumbre y bajando una de las calles próximas del Congreso para buscar un bar decente, topamos con un grupo de chicos jóvenes, son unos 12, y no más de 30 años. Llevan una bandera Republicana, y la palabra rebelde al sistema capitalista grabado en la frente. – ¿Vais para el Congreso, vosotros también?, -¡Claro ahí vamos!,- responden con energía y pasión. Pues ahí nos vemos de aquí un rato, ¡compañeros!-.
Ya es mediodía, y volvemos al punto de encuentro. Hay más periodistas y policías que gente.
Algunos autobuses de otras ciudades españolas llegan, y las cámaras enfocan a un chico que viene de Granada y está muy alterado. Capta toda la atención, porque parece ser que grupos policiales se dedican a parar autobuses y coches particulares en la entrada de la ciudad. Los hacen bajar del vehículo, los cachean y los someten a un procedimiento de intimidación. Vienen más autobuses y mucha más gente hace el mismo tipo de comentario.
Cuándo el chico de granada acaba de hablar con las cámaras, me dirijo a él y le digo: -No tengas tanto miedo, los antidisturbios son como los perros, sólo atacan a las personas que les temen, porque los huelen-.
Son ya las 16 horas, es la hora de la Asamblea en Plaza Neptuno, y aunque no paran de pasar ambulancias y coches de policías, con el volumen a tope de sus alarmas como estrategia de disolución; en nuestro ánimo libertario se hacen sordos otros sonidos que no sean de paz, y ciegos ante nuestros ojos otras personas que no busquen la igualdad. Así que nuestra atención se centra hacia la reunión, donde los organizadores del evento hablan y dan esperanzas a un pueblo que agoniza. Van tomando la palabra otros ciudadanos que cómo ellos forman parte del proletariado. Se habla incluso de abrir un proceso Constituyente a través del pueblo, no más políticos que se representan a ellos mismos y a sus intereses; sino que el pueblo mismo llegue a elevarse a la condición de Estado, y decida por si mismo. La gente aplaude con regocijo mientras piensan por instantes que puede llegar a ser posible.
Todos nos sentimos unidos ante las frases que brotan de los labios de todos aquellos que hablan.
Sus palabras, el sol, el viento; nos envuelven a todos entre unas dulces y suaves fragancias que nos libertan de nuestras cadenas, y una música sin ruido se escucha en nuestro interior: ¡felicidad, felicidad, felicidad….!, y es el viento el que se mete entre nuestros cuerpos para transformarse en una cuna que nos mece; no hay tierra, ni tiempo, ni espacio; ¡esto es ser libre!.
Se termina de dar la información correspondiente, nos dan unos números de teléfono de una abogada, en caso de que alguno de nosotros tenga problemas o caiga detenido, ¡nadie está sólo, estamos todos con todos!.
Y así, todos juntos, cómo si fuéramos un solo brazo, vamos rodeando el Congreso hacia las 18 horas de la tarde para darle nuestro abrazo. Vienen refuerzos de todas las partes, riadas y riadas de gente, con sus himnos y canciones hacen brillar las calles mientras el sol se oscurece. ¿Pero quién es el que no quiere estar ahora en Madrid?. Estamos haciendo historia, somos los protagonistas de una nueva página que se está escribiendo y empieza con la palabra :
¡LIBERTAD!.
Algunos de nosotros nos ponemos en primera fila y desafiamos con la mirada a los guardianes que tenemos delante. –¡Dejadnos pasar, el congreso es nuestro!-, -¡Aquí no pasa nadie!-, con voz altanera nos contesta uno de ellos. – Déjanos pasar compañero, eres uno de los nuestros-, le digo yo entonces, – ¿No te das cuenta que estás luchando en contra de ti mismo, de tus hermanos, de tus amigos, de tus padres, y de tus propios hijos?, ¿quieres ver el país donde has nacido lleno de miseria y desesperación?, porque eso es lo que heredaran tus descendientes: Miseria y desesperación, y todo por tu culpa-.. En eso que se escuchan gritos y silbidos de admiración; por lo visto, una chica joven y bien parecida se ha puesto en top less, como marca de protesta.
Hacia otro lado se escucha otro tipo de gritos, gritos de lucha y sonidos de forje ceo, -¡Alguien ha tirado las vallas y están entrando!-, dicen por ahí; pero falsa alarma, todo quedó en un intento.
Ya va anocheciendo, y casi no se distinguen el color negro que visten los antidisturbios, tanto cómo por fuera, cómo por dentro. Están en fila, uno seguido de otro, entre ellos se sienten protegidos. Aunque muchos aguantan la garrota con la mano rígida, yo les veo temblar el cuerpo. Y sus miradas lejos de sus almas, denotan coma una mano invisible les domina la voluntad.
Es entonces cuando intuyo que en cualquier momento van a empezar a cargar, ¡hay que marcharse!.. Comienzan a hacer pequeños amagos, como si quisieran ponerse a jugar a pilla-pilla con nosotros. Los más cobardes empiezan a correr y a chillar cómo niñas histéricas, y a esos son a los que empiezan a pegar. Algunos intentamos poner calma. -¡Tranquilos, no pasa nada!,
¡permaneced juntos que no pasa nada!, ¡quieren que nos dividamos, porque son menos, pero con todos juntos no pueden, somos más!… por unos instantes conseguimos la unión, ¡lo conseguimos!, (la gente no es consciente del poder que tenemos unidos, tocamos 500 personas por policía, cómo no vamos a poder?; este es el sistema que tienen adoctrinadas a las multitudes para no defenderse. Que fácil sería entrar todos juntos, somos pequeñas gotas de agua, y todas juntas formaríamos el océano que rompería toda clase de barreras).
Ahora, todo empieza a confundirse, como consecuencia de la división. Gente a contra corriente chocan entre ellos, otros empiezan a refugiarse en portales, en bares… y la bestia negra de la garrota deja de ser persona. -¡Joder, joder!- se escucha a alguien mientras se limpia la cara. – ¿Qué te pasa amigo?- , -que a ese le ha abierto la cabeza un cabrón, y me ha salpicado a mi la sangre- dice mientras se vuelve a limpiar con el reverso de su jersey. –¿Donde está?, ¿dónde está?,¡ hay que socorrerle!, hay mucha gente y no se ve nada ,- no dejan pasar, corred que empiezan otra vez a cargar, corred!-; -no, no corráis que es peor, ¡tranquilos!.- . Así que unida a los de mi grupo vamos hacia Atocha, tenemos que ir a coger el tren que nos devolverá otra vez para Barcelona. Intentamos no dejarnos llevar por el pánico, -¡hijos de puta!- dice un chico a unos policías, -¡cállate, no le digas nada que irán a por ti-, -es que son unos hijos de puta, me contesta- Otra vez personas corriendo de un lado a otro, cargas policiales por todas partes, y pelotas de goma sobrevolando por encima nuestro. En la puerta de un bar se escucha la voz de un hombre de unos cincuenta años que dice con firmeza: -“¡Aquí no van a entrar porque esto está lleno de gente inocente!-, ¿Qué está pasando?, ¿tú lo ves?-,-es un grupo de personas
que se ha refugiado en un bar, y el camarero no deja pasar a los antidisturbios-, -¡joder que huevos tiene el tío!-, – sí, es todo un héroe, me quito el sombrero ante él, ¡si todo el mundo fuera tan valiente!, ¡viviríamos en un mundo perfecto, todo para todos!. Pero ahora toca correr, con todo este caos perderemos el tren-. Llegamos a Paseo del Prado y ya nos queda poco para llegar, pero el camino se alarga, y el tiempo pasa lento… muuuy lento. ¡Cuánto policía pegando y lanzando pelotas de goma…!, ¡corred!, ¡corred que falta poco para llegar!, ¡corred!, ¡que nos pillan!- ¡joder están entrando en la estación!, -¡¿Qué dices?!-, -¡que sí!-, – y mira los vigilantes también empiezan a pegar, ¡joder, que chulos que son!-,,-¡corre, corre, ahí está la puerta para ir al Ave!, ¡corre!-, -¿Dónde, dónde; no la veo?, me dice un compañero-, -¡dame la mano y déjate llevar, ese poli nos ha visto y viene hacia nosotros!, mira como salta la escalera automática, se cree que manda sobre nosotros, y que nos vamos a dejar!, ¡lo lleva claro!, ¡cuánto más sumiso, más te pegan!-. Y milagro o no hemos conseguido entrar en el tren sin que nos cojan. Dejamos Madrid atrás, pero queda en nuestros corazones, porque volveremos, una y otra vez. Siempre será 25 de septiembre, hasta la Victoria Final, hasta el día en que el pueblo recupere el poder que le han usurpado; en Madrid siempre será 25 de septiembre.
