“Cuando el gran señor pasa, el campesino sabio hace una gran reverencia y silenciosamente se echa un pedo”
“La sociedad es un animal muy misterioso, con muchos rostros y ocultas potencialidades, y es un signo de extrema miopía creer que el rostro que la sociedad te está presentando en un determinado momento es su único rostro verdadero. Ninguno de nosotros conoce todas las potencialidades latentes en el espíritu del pueblo”.
Porque un principio de su dominio es que debe pasarse la vida tratando de impresionar a los “nativos”, de tal manera que en cada crisis él tiene que hacer lo que los “nativos” esperan que él haga. Usa una máscara y su rostro tiene que identificarse con ella […] Un sahib tiene que comportarse como sahib; tiene que mostrarse decidido, saber muy bien lo que quiere y actuar sin ambigüedad. Llegar, rifle en mano, con dos mil personas tras de mí, y luego alejarse sin haber tomado ninguna decisión, sin haber hecho nada… no, era imposible. La multitud se hubiera reído de mí. Y toda mi vida, la vida de todos los blancos en Oriente, era una larga lucha que no tenía nada de risible.”
El antropólogo James C. Scott, en su libro “Los dominados y el arte de la resistencia” comenta esta anécdota: “Si la subordinación exige representar convincentemente la humildad y el respeto, la dominación también parece exigir una actuación semejante, de altanería y dominio. Pero hay dos diferencias. Si el esclavo no sigue el guión, corre el riesgo de recibir una paliza, mientras que Orwell sólo corre el riesgo de quedar en ridículo. Y otra diferencia importante es que la necesaria pose de los dominadores proviene no de sus debilidades sino de las ideas que fundamentan su poder, del tipo de argumentos con los que justifican su legitimidad. Un rey de título divino debe actuar como un dios; un rey guerrero, como un valiente general; el jefe electo de una república debe dar la apariencia de que respeta a la ciudadanía y sus opiniones; un juez debe parecer que venera la ley.”
Orwell se dio cuenta de cómo los birmanos se las arreglaban para dejar entrever, casi constantemente, su desprecio por los ingleses, aunque se cuidaban de no arriesgar nunca un desafío directo mucho más peligroso:
“El sentimiento antieuropeo era muy intenso. Nadie se atrevía a provocar un motín; pero si una mujer europea andaba sola por un bazar era muy probable que alguien le escupiera jugo de betel en el vestido […] Cuando un ágil birmano me puso una zancadilla en el campo de futbol y el árbitro (otro birmano) se hizo el desentendido, la multitud estalló en una horrenda carcajada […] Los rostros amarillos llenos de desprecio de los jóvenes con los que me encontraba por todos lados y los insultos que me gritaban cuando yo estaba ya a una distancia segura para ellos terminaron afectándome bastante. Los jóvenes sacerdotes budistas eran los peores de todos.”
Scott de nuevo aclara: “Gracias a una cierta prudencia táctica, los grupos subordinados rara vez tienen que sacar su discurso oculto. Pero, aprovechándose del anonimato de una multitud o de un ambiguo accidente, encuentran innumerables maneras ingeniosas de dar a entender que sólo a regañadientes participan en la representación.(…) Detrás de los actos “antieuropeos” que observó Orwell, había sin duda un discurso oculto mucho más complejo, un lenguaje completo conectado con la cultura, la religión y la experiencia colonial de los birmanos.”
“Por supuesto, los birmanos tampoco tenían acceso a lo que estaba detrás del comportamiento más o menos oficial de los ingleses.” Fue lo que Orwell sí presenció en el club de blancos a donde acudía con sus compañeros: “la mayor alegría en el mundo sería atravesar las entrañas de un monje budista con una bayoneta”
Estas ideas ocultas es lo que Scott llama infrapolítica. Una especie de política cotidiana o “detrás de bambalinas” que se enfrenta a las normas sociales día tras día y con pequeños movimientos. Algunos psicólogos sociales afirman que son pequeñas válvulas de escape para desahogarse de estas jerarquías sociales cerradas. Pero Scott lo niega:
“Lejos de ser válvulas de escape que ocupan el lugar de la resistencia real, las prácticas discursivas fuera de escena mantienen esa resistencia, de la misma manera en que la presión informal de los compañeros de trabajo de una fábrica disuade a cualquier obrero en particular de exceder las normas de trabajo y de romper las cuotas establecidas entre todos”
“En resumen, sería más exacto concebir el discurso oculto como una condición de la resistencia práctica que como un sustitulo de ella. Habría que recordar que la acumulación de miles y miles de estos actos “insignificantes” de resistencia tienen un poderoso efecto en la economía y en la política. Los pequeños hurtos y la apropiación de tierras a gran escala pueden llegar a reestructurar el control de la propiedad. La evasión de impuestos de los campesinos ha provocado crisis de apropiación que ponen en peligro al Estado. La deserción masiva de siervos o campesinos reclutados ha ayudado a lo largo de la historia a que se derrumbe más de un régimen. En condiciones adecuadas, la acumulación de actos insignificantes logra, como los copos de nieve en la pendiente de una montaña, provocar una avalancha“
Margaret Mead







Muy interesante el artículo
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