Estoy harto de que los Van Rompuy, Olli Rehn, Merkel, Hollande, Draghi, Schäubel… nos regalen los oídos diciendo que los españoles vamos por el buen camino, que estamos afrontando las reformas adecuadas, que hacemos los recortes necesarios… El colmo es cuando Christine Lagarde comenta que son muy valientes las medidas que está tomando España y que se solidariza con los sufrimientos de sus ciudadanos.
Mucho bla, bla, bla y mucha palabrería, pero todos ellos no han hecho nada por impedir que las alimañas –leáse mercados financieros– nos estén devorando a dentelladas con ese arma letal llamada prima de riesgo. Después de esclavizar a los pueblos griego, irlandés y portugués, ahora nos toca a nosotros, pero que nadie cante victoria porque mañana irán a por los italianos, pasado a por los franceses y terminarán también con los alemanes.
El acoso ha sido brutal. Primero olieron la sangre, luego estuvieron varios meses enseñando los dientes y acechando a su presa. Al primer descuido hincaron su pestilente mandíbula y empezaron las violentas dentelladas. Ahora la pieza está tan agotada que ya no ofrece resistencia. Los terribles monstruos en que han convertido los especuladores a los mercados financieros han conseguido su objetivo de doblegar a la debilitada España. Ahora, nuestros supuestos socios –que todavía no han soltado ni un euro de los famosos 100.000 millones de ayuda a la banca– dicen que están dispuestos a rescatarnos, pero a cambio tendremos que sangrar un poco más, quizás con recortes en el subsidio de paro o en las pensiones.
Es inevitable pedir el rescate porque nos han llevado a una situación tan absurda e insostenible que, por mucho que trabajemos los españoles y por muchos recortes que suframos, nunca vamos a ser capaces de pagar los intereses que nos exigen los insaciables acreedores. Es inadmisible que el Gobierno tenga que poner a ciudadanos y empresas bocabajo para sacarles hasta el último euro en impuestos, y todo para intentar saciar a unos implacables especuladores. Si seguimos en esta endiablada espiral, terminaremos muriendo de hambre para pagar unos leoninos intereses del 6%. Seguro que no nos rematarán del todo porque si no se les termina el negocio.
La economía española está atravesando por dificultades muy serias, pero su situación no justifica el coste tan insostenible de la deuda. Los 40.000 millones que España tiene que pagar sólo por los intereses de la deuda son una cuarta parte del gasto total del Estado. Todas las subidas de impuestos que están sufriendo los ciudadanos y todos los recortes que se están haciendo en sanidad, en educación, en inversión pública, en I+D, en los ministerios… no llegan ni siquiera para pagar esos intereses. Y la cosa va a ir a peor.
El Tesoro tendrá que emitir el año que viene la friolera de 207.000 millones en letras y bonos, con lo que tendrá que hacer 50 subastas. Y cada vez con mayores costes, ya que la demanda de los inversores se concentra en los plazos más cortos, y porque los inversores extranjeros siguen reduciendo la compra de deuda española. El resultado será que la deuda se situará en 2013 en el 90,5% del PIB, cuando en 2007 este ratio estaba en el 35%.
Las consecuencias ya nos las sabemos. Habrá más recortes, más impuestos, menos actividad económica, menos consumo, más paro, menos recaudación del Estado, más endeudamiento, más desconfianza de los mercados, más prima de riesgo, mayores intereses… y vuelta a empezar con más recortes y más impuestos.El rescate resulta necesario, pero tampoco es la panacea, porque condena a España a una década de sacrificios y puede provocar una gran inestabilidad política. La oposición lo venderá como un fracaso de Rajoy e intentará forzar unas elecciones anticipadas, al igual que ya ocurrió en Grecia, Irlanda y Portugal.
La única solución para parar los pies a los especuladores financieros es hacer más Europa y crear un macroestado federal, liderado por Alemania, con un Gobierno fuerte que meta en vereda a los países que se resistan a la austeridad que requiere la actual coyuntura. Habrá que emitir eurobonos, establecer una política fiscal común y armonizar los presupuestos y las estrategias económicas.
Pero, mientras esto llega, los españoles nos seguiremos desangrando.
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