Un sacerdote del Vaticano, acusado de robar millones de euros y arruinar a un hospital

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Las autoridades italianas acusan a un sacerdote del supuesto robo de 4 millones de euros de las arcas de un hospital católico vinculado al Vaticano, del que era responsable.

Los miembros de la Policía fiscal arrestaron el jueves en Roma al sacerdote Franco Decaminada, acusado de malversación de 4 millones de euros, informó el diario italiano ‘La Repubblica’.

El sacerdote Decaminada, dirigió durante siete años la prestigiosa clínica de dermatología de la Santísima Virgen en Roma, propiedad del Vaticano, señaló la publicación, que también apuntó que podría haber empleado parte de ese dinero para comprar una gran villa en la Toscana.

Tanto el sacerdote como otros dos empresarios que supuestamente están implicados en el caso, se encuentran actualmente bajo arresto domiciliario.

La Policía aseguró que Decaminada tomó el dinero del hospital como «reembolso de gastos» sin ningún tipo de justificación.

Durante los últimos meses, el hospital no ha pagado a sus 1.500 empleados, una situación que llevó a que el expapa Benedicto XVI nombrara un delegado para tratar de resolver los problemas económicos que atravesaba el hospital.

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Una respuesta a “Un sacerdote del Vaticano, acusado de robar millones de euros y arruinar a un hospital

  1. A lo largo de la historia se han cometido innumerables crímenes en el nombre de dios, cualquiera sea la forma en que éste sea concebido. Mejor dicho, con el pretexto de actuar en el nombre de dios, se han cometido las peores atrocidades de la historia.

    Una de ellas ocurrió la noche del 24 de agosto de 1572, cuando miles de protestantes fueron asesinados a manos de católicos en París, en un hecho conocido como la Matanza de San Bartolomé.

    Históricamente, el hecho fue que los protestantes fueron asesinados por órdenes del rey Carlos IX, quien en realidad era el pelele de su madre, Catalina de Medicis.

    Alejandro Dumás, en su novela “La Reina Margot”, referida a ese hecho, muestra a un rey débil, cobarde, inconsistente e incapaz de ejercer su autoridad, frente a una madre controladora y vengativa, que a su vez manipulaba a su antojo al círculo rojo del rey.

    Más allá de la novela –magistralmente llevada al cine bajo la dirección de Patrice Chéreu– el hecho histórico demuestra cómo una diferencia religiosa, puede desencadenar en una catástrofe, cuando alguien piensa que dios debe hablar para dirimir un asunto.

    En realidad, el conflicto entre protestantes y católicos no es la fe en dios, pues ambos creen en el mismo dios, con iguales atributos y parecida historia. El verdadero dilema, es que los protestantes se asumen con más dignidad humana y adoptan una fe, digamos, más racional y enfrentan la corrupta iglesia católica, instaurando nuevas formas para realizar los ritos y, sobre todo, para la conducta de las jerarquías.

    En una palabra, se trata de un problema de poder, más que de fe.

    Y es ahí cuando, de manera maliciosa y corrupta, quienes defienden unos intereses, se aprovechan verdaderamente de la fe de las personas y las instan a actuar, supuestamente, en el nombre de dios, pero de una manera animal.

    La Matanza de San Bartolomé, en 1572, exigió auténticas hordas de asesinos “peinando” las calles de París sistemáticamente, pues los muertos se contaron por miles en una sola noche.

    Nadie en su sano juicio hubiese salido a las calles a asesinar gente indiscriminadamente, sobre todo con armas punzocortantes, a no ser porque se les enajenó a través de una fuerza mucho más intensa que la razón (la fe), pero manejada de manera desvirtuada.

    Ninguna de las tres mayores religiones monoteistas del mundo (católica, judía y musulmana), considera siquiera la posibilidad de que los humanos actúen en nombre de dios en ningún momento. Más aún, por lo menos la religión católica señala en numerosas ocasiones, que dios es todopoderoso, lo cual, en lógica formal, elimina de entrada la necesidad de que nadie actúe en su nombre.

    Pero enardecidos por el engaño de los poderosos, los creyentes son capaces de actuar de manera brutal, e irracional, como ocurrió en aquella noche fatídica en París, en el siglo XVI, pero como hemos visto también miles de ejemplos en casi todos los siglos y países imaginables. (Por ejemplo, Canoa, en Puebla, a principios de los años 70 del siglo pasado).

    Conozco a un periodista palestino, muy callado y analítico, a quien un día le preguntaron su opinión sobre el conflicto religioso entre judíos y árabes.

    Su respuesta no pudo ser más ilustrativa: “nuestro problema no es con los judíos; es con los sionistas”. Es decir, no es un problema de fe, sino de poder y de expansionismo, al que se ha revestido deliberada, falsa e injustamente, de un ropaje religioso para hacerlo más “creíble”.

    Es decir, una vez más, el abuso respecto al nombre y “deseos” de dios, interpretado al antojo de los poderosos en turno, para “justificar” las más feroces y animales atrocidades.
    No opio sino veneno…

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